17 de Febrero 2008

Stefan Zweig

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Declaración

Antes de partir de la vida, con pleno conocimiento, y lúcido, me urge cumplir con un último deber: agradecer profundamente a este maravilloso país, Brasil, que me ofreció a mí y a mi trabajo una estancia tan buena y hospitalaria. Cada día aprendí a amar más este país, y en ninguna parte me hubiera dado más gusto volver a construir mi vida desde el principio, después de que el mundo de mi propia lengua ha desaparecido y Europa, mi patria espiritual, se destruye a sí misma.

Pero después de los sesenta se requieren fuerzas especiales para empezar de nuevo. Y las mías están agotadas después de tantos años de andar sin patria. De esta manera considero lo mejor, concluir a tiempo y con integridad una vida, cuya mayor alegría era el trabajo espiritual, y cuyo más preciado bien en esta tierra era la libertad personal.

Saludo a mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esa larga noche. Yo, demasiado impaciente, me les adelanto.

Stefan Zweig

Stefan Zweig se sucidió durante la Segunda Guerra Mundial, desesperado ante los imparables avances de Alemania y los otros países del Eje. Decidió quitarse la vida en febrero de 1942, justo un año antes de que los triunfos alemanes llegaran a su fin con la batalla de Stalingrado, un punto de inflexión a partir del cual la suerte de la guerra al lado de la U.R.S.S. y de los paises aliados.

Sería lógico pensar que si hubiera guantado un poco más, no se habría suicidado, viendo acercarse la derrota de los nazis y el fin de la guerra. Pero este pensamiento sería válido para alguien que sintiera que su país o su ideología obtenian la victoria en la guerra, para alguien que sintiera que estaban ganado. A mi juicio Stefan Zweig, como europeista cosmopolita que era, no podía sino sentir la más absoluta derrota ante la guerra que estaba extendida por todo el continente (y parte de los otros) y por ese motivo poco importaba ya quien ganara. El simple hecho de esa guerra aconteciese era la muestra del fracaso total de las ideas pacifistas y antinacionalistas que el había defendido toda la vida. Si hubiera contemplado el final de la guerra nada bueno habría visto, su Europa fue separada en dos por el telón de acero durante casi cincuenta años.

Al leer su autobiografía El mundo de ayer es inevitable pensar que aunque se ganen y pierdan las guerras, el ser humano sigue siendo el mismo a través de tiempo, y mucho ha de pasar para que veamos el amanecer después de esta larga noche.


Escrito por salivazo a las 3:10 AM | Comentarios (2)