-¡Que tontería! - repitió al salir y detenerse un buen rato en la esquina con el ceño fruncido, obstaculizando el paso de los transeúntes. Tenía el barrunto de que todo se había puesto patas arriba de pronto, por lo que, si quería entenderlo, debía interpretarlo también al revés. Era una sensación desprovista de dolor y de asombro: tan sólo una oscura amenaza que se cernía lenta y sigilosamente sobre su cabeza. Y se quedó allí inmóvil, sumido en una especie de inerme estupor, sin tratar de evitar su terrible impacto, como si se tratara de un curioso fenómeno que no podría causarle ningún daño en tanto permaneciera en semejante estado cataléptico.
Extraido de Risa en la oscuridad, Vladimir Nabokov.
Escrito por salivazo a las 12 de Julio 2005 a las 05:25 PM